17 enero 2010

Blog de Historia de España de Pedro Ruiz Lalinde




ESTE ES UN BLOG PENSADO PARA MIS ALUMNOS DE 2º CURSO DE BACILLERATO DEL IES "MARQUÉS DE LA ENSENADA" DE HARO (LA RIOJA), DONDE SE EXPONDRÁN ARTÍCULOS SOBRE EL ORIGEN DE ESPAÑA COMO NACIÓN Y SOBRE EL NACIONALISMO EN GENERAL. SI QUIERES APUNTES DE LA ASIGNATURA, DEFINICIONES DE LOS TEMAS QUE PROPONE LA UNIVERSIDAD DE LA RIOJA PARA LA PAU, MODELOS DE EXÁMENES U OTRAS COSAS, VISITA MI PÁGINA WEB : sauce.pntic.mec.es/~prul0001/

06 enero 2007

La identidad nacional.

Identificarse como miembro de una comunidad real o inventada que llamamos nación en uno de los hechos más importantes del mundo contemporáneo. La identidad en los seres humanos es múltiple: nos identificamos como miembros de una comunidad religiosa, como miembros de una comunidad pequeña en la que hemos nacido, como miembros de una región o comunidad autónoma, como seguidores de un equipo deportivo, como miembros de una comunidad de orientación sexual, etc.
Estas diferentes identidades pueden estar presentes en los seres humanos sin problemas, conviviendo todas ellas sin que ninguna domine a todas las demás. Esto es así en circunstancias normales, no en caso de conflicto. Hoy es claro que la identidad dominante es la nacional, con la excepción, quizá, de los homosexuales y los islamistas que forman una comunidad internacional en cuyos individuos la identidad sexual o religiosa es lo más importante. Está claro que cuando hay crisis, sensación de hostigamiento, peligro o problematización, la identidades múltiples no son posibles en plano de igualdad, una de ellas pasa a ser dominante.
El fenómeno por el cual la identidad nacional ha asado a ser dominante en el mundo de hoy es algo que se produce desde al menos finales del XVIII con la creación de los estados-nación y ha tomado nuevo impulso en los últimos años por la crisis de muchos de esos estados-nación creados a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX, hecho conectado con fenómenos actuales como la globalización económica y cultural, la crisis de las utopías sociales, la revolución científica y tecnológica, la aparición de una sociedad postindustrial, fenómenos que en conjunto han dado nombre a una nueva época histórica, la postmodernidad y a la crisis de la Historia, “el fin de la Historia” tal como era entendida en los tiempos modernos: un metarrelato del devenir de la Humanidad.

02 diciembre 2006

Globalización, nacionalismo e islamismo.

En el mundo de hoy se producen dos hechos que en principio parecen contradictorios pero que forman un indisociable cuadro de conjunto. Por un lado aparece con renovada fuerza una aceptación bastante generalizada de la universalidad de los derechos de todo hombre en cuanto que perteneciente al género humano y que propone como en el siglo XVIII una fundamentación “ ius naturalista” de la libertad ( P. Barcellona ). Esta universalidad de los derechos del hombre tiene una plasmación clara en la Declaración de los Derechos Humanos de la ONU, universalidad que alcanza a todo el planeta a través del proceso de globalización que permite con las nuevas tecnologías difundir ideas que impregnan de alguna manera a todas las culturas. La defensa de los derechos humanos frente a cualquier gobierno despótico es algo que en el mundo de hoy aparece universalmente aceptado, con las resistencias lógicas en personas y mentalidades que pertenecen a la modernidad: el hombre postmoderno acepta por igual que se persiga internacionalmente a Pinochet que a Milosevic; el hombre moderno vemos que sólo acepta que se persiga a uno de los dos. Los romanos aceptan que se bombardee la Yugoslavia de Milosevic, pero les parece absurdo que Pinochet esté detenido en Londres a la espera de ser extraditado a España, mientras que los cartagineses aplauden la detención de Pinochet para que pague sus crímenes contra la humanidad, mientras consideran los bombardeos a Yugoslavia como la más descarada manifestación del imperialismo americano.
El segundo hecho, en principio contradictorio con el anterior es el resurgimiento con inusitada fuerza del nacionalismo étnico. Para algunos este resurgimiento responde a la necesidad de los seres humanos de una “ identidad en un mundo amenazado por una creciente homogeneización” ( M. Guibernau ). Esta identidad adopta diferentes formas:
a) Puede ser una identidad nacional, lo que constituye una reedición de los nacionalismos étnicos del siglo XIX con una fuerza renovada y probablemente más excluyentes que entonces. Según M. Guibernau en el mundo de hoy que rechaza los tradicionales paradigmas de la modernidad, en el mundo de la duda, “ la tradición adquiere una importancia nueva”. Esta tradición puede ser inventada y a menudo lo es, pero eso es lo menos importante con tal de que la tradición o la identidad nacional inventadas sean plausibles y respondan a las actuales necesidades de una nueva identidad nacional. Algunos autores plantean que esta nueva oleada del nacionalismo desafía a la globalización, es una resistencia cultural, reivindica la diferencia cultural basada en la etnicidad. Pero curiosamente en muchos casos aparece la defensa de la identidad étnica cuando los rasgos que la definen han desaparecido o están a punto de desaparecer. Por ello hay que buscar otras explicaciones, sin duda relacionadas con las transformaciones que se están produciendo en el mundo de hoy y que tienen que ver con lo que se ha dado en llamar la globalización.
Otras explicaciones como la que apunta Anthony D. Smith en el sentido de que el nacionalismo étnico ofrece un vehículo a las aspiraciones y la movilidad ascendente de muchas personas. No olvidemos tampoco que en el mundo de la globalización los actores principales siguen siendo los Estados-nación, incluso en las estructuras supranacionales como la Unión Europea. Puede ocurrir que una comunidad no se sienta bien representada o defendida por su Estado-nación y decida romper con su antigua identidad nacional para adoptar otra o inventarla. Como dice J.Dunn las poblaciones tienen un nacionalismo económico intuitivo que las lleva a la “búsqueda de una escala para la comunidad intuitivamente más plausible” y por lo tanto si a uno no le gusta su Estado-nación, la alternativa a nivel político es hacer uno nuevo. Si pensamos que en el mundo de la globalización uno de los principales papeles que ejerce el Estado-nacional es crear las condiciones favorables para atraer inversiones y crear empleo encontraremos más lógica esa carrera por “inventar” nuevas identidades nacionales.
b) Una segunda respuesta al proceso de globalización tendría sus raíces en el Tercer Mundo y su nombre es fundamentalismo islámico. La explicación más aceptada del fenómeno es la que expresa M. Guibernau ( “Los nacionalismos” Barcelona Ariel 1996 ). Según esta autora la globalización que ha nacido en occidente y que supone una homogeneización cultural en valores, ideas, estilos de vida y tecnología occidentales. Esto ha acabado con las formas de vida y pensamiento tradicionales de muchas partes del mundo lo que ha llevado a muchos hombres y mujeres a la necesidad de buscar valores sobre los que organizar sus vidas. En este sentido el fundamentalismo islámico sería un rechazo a la occidentalización producto de la globalización, pero al mismo tiempo aprovecha la tecnología occidental para producir y difundir su mensaje, ya que sin la globalización hubiera sido difícil movilizar a miembros de un grupo particular que no habitan en el mismo espacio.
Pero hay otros factores que explican el fundamentalismo islámico que coinciden en el tiempo con la globalización, pero que tienen que ver poco con ella directamente. No olvidemos que el Tercer Mundo es hijo de la colonización y que la descolonización que se produce sobre todo a partir de 1945 coincide en el tiempo con un gran prestigio de los metarrelatos liberadores. Frente a las potencias coloniales capitalistas, casi todos los movimientos descolonizadores se vieron influidos en mayor o menor medida por el socialismo que podía servir de modelo de desarrollo para los nuevos estados independientes, en el fondo el estatismo que había servido a Rusia a partir de 1917. El hundimiento de la URSS en 1990 y el neocolonialismo han dejado a esos estados y a sus poblaciones huérfanos de ideología y sin esperanzas de salir de la pobreza agravada por el crecimiento demográfico que se produce en esos países que conduce a millones de personas a la desesperación, a jugarse la vida por llegar a trabajar en un país rico. Que en esta situación se hayan vuelto a su religión tradicional, el islán, no parece sorprendente: “ los valores culturales y religiosos que defiende el fundamentalismo islámico regulan firmemente la vida cotidiana de sus seguidores, a quienes permiten la restauración de un sentido de la identidad y dignidad que emana de su propia cultura” ( M. Guibernau ).
A modo de conclusión podemos decir que integrismo islámico y nacionalismo tienen en común el rechazo al universalismo de los derechos del hombre, el nacionalismo al reivindicar la primacía de los derechos colectivos de los pueblos frente a los derechos de los individuos invocando la tradición y el integrismo al rechazar estos principios en cuanto que chocan con su única guía: El Corán.

20 noviembre 2006

La construcción nacional española: la fiesta nacional.

Los elementos básicos que establece cualquiera que diseñe un proyecto nacional, no estrían completos sin establecer un día al año dedicado a ensalzar la patria. Si preguntásemos hoy a un catalán, a un vasco...cuál es el día de su patria, no cabe duda de que responderían rápidamente, sin pensarlo un instante. Si preguntásemos a un riojano, a un murciano, castellano... cuál es el día de su patria, la respuesta ya no sería tan clara. Primero se preguntarían si nos referimos al día de La Rioja, de Murcia o de Catilla-León o nos referimos a la fiesta nacional española, si saben de su existencia. Tras pensarlo un poco, es posible que contestasen bien a lo primero. ¿ Pero sabrían decir cuál es la fecha de la fiesta nacional española?
Hagamos un poco de historia. Ya las Cortes de Cádiz habían establecido la celebración del Dos de Mayo, pero el régimen de Fernando VII nunca sintió entusiasmo por la celebración y no llegó nunca a ser una gran fiesta nacional. A mediados del siglo XIX, ya era una fiesta madrileña exclusivamente. Hay que esperar a la segunda década del siglo XX, para que un gobierno de Antonio Maura instituya una fiesta nacional. Pero no fue el Dos de Mayo ligado al liberalismo, ni el día de Santiago, considerado patrón de España desde el reinado de Felipe IV y ligado a la idea de la unidad católica de la nación. La fecha elegida fue el Doce de Octubre, día del descubrimiento de América y que podría ligarse a un nacionalismo expansivo. Pero nada de eso ocurrió, pues ese día se celebraba desde hacía siglos la fiesta de la virgen del Pilar, de gran arraigo popular. Hasta tal punto que hoy los españoles seguimos pensando en el "puente del Pilar" y no en "el puente del Doce de Octubre".
La actual fiesta de la Constitución, a pesar de los intentos de los gobiernos de José Mª Aznar y su "patriotismo constitucional", tampoco ha cuajado como una auténtica fiesta nacional española.

19 noviembre 2006

El fracaso del nacionalismo genera más nacionalismo.

Como venimos viendo en este blog, la conversión del Estado de la Edad Moderna en un Estado-nación, en España, fue un proceso plagado de inconsistencias y tareas mal realizadas. La construcción del Estado nacional español fue una obra sin un diseño claro y, además, mal llevado a término en aspectos fundamentales, como el de crear un sistema educativo generalizado, público y unificado. Al convertirse la religión en un elemento de discordia y poco eficaz como elemento aglutinador, en la modernidad, sólo una educación basada en una lengua común podía haber llenado el vacío a la hora de crear unidad ideológica y social.
Otros elementos fundamentales para crear sentido de comunidad nacional son los símbolos, y en este aspecto, no insistiremos, pues me remito a las entradas anteriores.
Estos hechos hicieron que, ya en el último tercio del siglo XIX, aparecieran movimientos políticos que cuestionaban el Estado nacional español, y que tomaron forma de protonacionalismos ( regionalismos), y más tarde de nacionalismos. En nuestros días, sobre todo desde 1989, estos nacionalismos periféricos parecen haber tomado un impulso nuevo, no sólo en intensidad, sino que aparecen con formas que los hacen distintos a los de otras épocas. La causa hay que buscarla en los cambios producidos en los últimos 20 años, dando lugar a lo que ha dado en llamrse la postmodernidad: crisis de las utopías sociales, sociedad de la información, globalización... Pero estos cambios no han de hacernos perder de vista una realidad incontestable: vivimos en un mundo en el que los estados nación, lejos de desaparecer, tienen un total protagonismo.
La creación de unidades supranacionales no puede desviar nuestra atención: en ellas las naciones siguen siendo elementos básicos y fundamentales. Por ejemplo puede verse el protagonismo de las naciones en la Unión Europea, donde por cierto, sólo se debaten intereses nacionales.
En estas circunstancias, si dentro de un Estado-nación se produce un desarrollo desigual, si además se ha dado una deficiente construcción nacional, surgen nuevos nacionalismos que lo ponen en cuestión. Hay razones de peso para ello: en el mundo actual, aunque la producción está globalizada, los mercados de trabajo son locales ( "es más fácil que atraviese una frontera una coca cola que un trabajador"), los gobiernos nacionales no siempre tienen suficiente poder para actuar sobre los procesos funcionales que conforman sus economías y sus sociedades, lo que lleva a pensar a las elites de algunos territorios, que soltando el lastre de las áreas más pobres, siendo naciones independientes, serán más capaces de sobrevivir y preservar su cultura, además tener mayores opciones para crear las infraestructuras necesarias para competir en el mundo de la postmodernidad. También preservar, de forma inmediata, los puestos de trabajo más golosos, los que genera el nuevo Estado- nación, para los miembros de la nueva comunidad nacional creada o por crear.

24 septiembre 2006

Los símbolos en la construcción nacional española: la bandera.


"Puede incluso hablarse de precocidad, pues "bandera nacional" fue el término que figura en el decreto por el que Carlos III dispuso la utilización, por parte de la marina de guerra, de una enseña rectangular, apaisada, compuesta por tres franjas horizontales, rojas en los extremos y amarilla, de doble anchura, en el centro [...]
Una bandera es, desde luego, lo primero que diseña todo el que concibe un proyecto nacional[...]En la guerra napoleónica proliferaron los estandartes y banderas, diferentes según los regimientos, pero la bicolor de Carlos III fue adquiriendo peeminencia, precisamente porque Cádiz, como plaza marítima, la convirtió en un símbolo de la resistencia contra los franceses. De ahí pasó a ser la enseña liberal, adoptada por la Milicia Nacional, con lo que Fernando VII evitó difundirla, aunque respetara su uso marítimo. Durante la primera Guerra Carlista fue enarbolada por el ejército cristino y al poco de terminada esta contienda, en 1843, se promulgó una ley que extendió su uso a todo el ejército de tierra. No significaba eso, aunque también se escriba con frecuencia, que hubiera ya bandera nacional, porque su valor seguía siendo militar y a nadie se le ocurrió coronar con ella los ministerios o edificios públicos de carácter civil [...] pero la guerra marroquí de 1860 vio entusiasmarse al país detrás de aquellos colores; y en 1868, por fin, los revolucionarios que derrocaron a aquella reina la usaron ya decididamente como bandera nacional. Era algo tarde. Se oponían a ella, desde luego los carlistas, que seguían fieles a la blanca con la cruz de Borgoña, pero también la Academia de la Historia, en cuyo nombre elaboró Cánovas un informe desmintiendo, con buen sentido histórico, la antigüedad y el carácter nacional de tal símbolo. Incluso la izquierda había cambiado sus preferencias con el paso del tiempo y los demócratas no se conformaban ya con las franjas roja y amarilla, sino que añadían una morada, derivada de la conocida mitificación liberal de los Comuneros castellanos[...] Hasta 1908 no se dispuso oficialmente que la bandera ondeara en todos los edificios públicos, y hasta 1927 no se ordenó que la enarbolaran también todos los buques mercantes. No hará falta recordar que la IIª República habría de volver a añadir la franja morada y el franquismo a eliminarla de nuevo. Sólo a partir de 1977, quizás desde aquella memorable aparición de Santigo Carrillo al frente de la plana mayor de un Partido Comunista recién legalizado, arropados todos por la bandera roja y gualda, ha ido siendo ésta aceptada como símbolo común por parte de quienes se consideran españoles".
José Álvarez Junco Máter dolorosa

La construcción nacional española: la enseñanza.

" En resumen el Estado español del XIX no hizo un esfuerzo decidido por crear esas escuelas donde, como dice Pierre Vilar, habían de "fabricarse españoles". Dejó que dominaran los colegios religiosos y en ellos se "fabricaban" naturalmente, "católicos". El plan educativo establecido por la ley de 1857, por ejemplo, no incluyó entre las enseñanzas del nivel elemental una historia de España, mientras que sí había "Doctrina Cristiana y nociones de Historia Sagrada". No sólo se despreocupaban de la historia de España y de los valores cívicos, en beneficio del catecismo y la moral cristiana, sino que, cuando la eficacia pedagógica lo exigía, la doctrina se enseñaba en vasco, catalán o gallego, en vez de en la lengua oficial del Estado.
Esta fue la diferencia radical con Francia, un país que había heredado del Antiguo Régimen una diversidad lingúística parecida a la española y que entre finales del XIX y comienzos del XX, en dos o tres generaciones, so pretesto de erradicar el analfabetismo, desarraigó las distintas variedades de patois e impuso por doquier el francés parisino.
[...] No es fácil pronunciarse sobre la fuerza o debilidad de este proceso nacionalizador. Los datos parecen dar la razón a quienes se pronuncian por la segunda: el proceso fue escaso, y buena parte de la responsabilidad recayó sobre el Estado, cuyo papel en el mismo fue insuficiente. Pero escaso, débil, insuficiente, son términos relativos. Es fácil acumular datos que prueben esta tesis de forma abrumadora, siempre que sigamos comparando a España con Francia. Pero no lo sería tanto si pensáramos en otros países de la periferia europea como la propia Portugal- en la que , sin embargo, la nacionalización no fracasó, a juzgar con los resultados".
José Álvarez Junco: Máter dolorosa

24 febrero 2006

Los símbolos en la construcción nacional española: el himno.

Desde el siglo XVIII existía el Himno de Granaderos, que se usó durante el siglo siguiente en todas las ocasiones importantes, especialmente en presencia de los reyes. Sin embargo nunca tuvo el rango de himno nacional. En ese mismo siglo XIX, liberales y republicanos adoptaron, y acabaron por convertir en oficial durante la IIª República, el Himno de Riego.
Hasta 1908, la Marcha Real no adquirió el rango de himno nacional, aunque contestado por republicanos, que adoptaron de 1931 a 1939 el Himno de Riego, así como por los nacionalismos periféricos, especialmente el catalán y el vasco, que surgen a partir de 1878 y adquieren una gran fuerza después de 1898, que adoptan sus propios himnos nacionales.
Pero lo más curioso de nuestro actual himno, la Marcha Real, es que a principios de 1931, en vísperas de la IIª República, el músico mayor del real cuerpo de guardias alabarderos, Bartolomé Pérez Casas hizo una adaptación de su partitura, lo registró como creación propia en la Sociedad General de Autores, y sus herederos han cobrado derechos de autor cada vez que sonaba hasta finales del siglo XX: himno nacional privado, ¿ es posible mayor contradicción?.
Más grave aún es que dicho himno no incorporó nunca una letra, aunque se hicieron muchas versiones ( especial difusión alcanzó la de José Mª Pemán). A partir de la muerte de Franco, en la transición a la democracia, cuando se plantearon los símbolos en nuestra actual constitución de 1978, se optó por mantener el himno sin letra por la imposibilidad de llegar a otro acuerdo con todos los grupos políticos. Es de destacar la oposición de los nacionalistas catalanes a que el himno incorporase letra alguna. Así, se renunció a "uno de los más eficaces mecanismos de interiorización de la identidad de la patria, como un canto colectivo que hace sentir a quienes participan en él integrados en una entidad transcendente, superior a sus vidas individuales" (Álvarez Junco, Máter Dolorosa).