El fracaso del nacionalismo genera más nacionalismo.
Como venimos viendo en este blog, la conversión del Estado de la Edad Moderna en un Estado-nación, en España, fue un proceso plagado de inconsistencias y tareas mal realizadas. La construcción del Estado nacional español fue una obra sin un diseño claro y, además, mal llevado a término en aspectos fundamentales, como el de crear un sistema educativo generalizado, público y unificado. Al convertirse la religión en un elemento de discordia y poco eficaz como elemento aglutinador, en la modernidad, sólo una educación basada en una lengua común podía haber llenado el vacío a la hora de crear unidad ideológica y social.
Otros elementos fundamentales para crear sentido de comunidad nacional son los símbolos, y en este aspecto, no insistiremos, pues me remito a las entradas anteriores.
Estos hechos hicieron que, ya en el último tercio del siglo XIX, aparecieran movimientos políticos que cuestionaban el Estado nacional español, y que tomaron forma de protonacionalismos ( regionalismos), y más tarde de nacionalismos. En nuestros días, sobre todo desde 1989, estos nacionalismos periféricos parecen haber tomado un impulso nuevo, no sólo en intensidad, sino que aparecen con formas que los hacen distintos a los de otras épocas. La causa hay que buscarla en los cambios producidos en los últimos 20 años, dando lugar a lo que ha dado en llamrse la postmodernidad: crisis de las utopías sociales, sociedad de la información, globalización... Pero estos cambios no han de hacernos perder de vista una realidad incontestable: vivimos en un mundo en el que los estados nación, lejos de desaparecer, tienen un total protagonismo.
La creación de unidades supranacionales no puede desviar nuestra atención: en ellas las naciones siguen siendo elementos básicos y fundamentales. Por ejemplo puede verse el protagonismo de las naciones en la Unión Europea, donde por cierto, sólo se debaten intereses nacionales.
En estas circunstancias, si dentro de un Estado-nación se produce un desarrollo desigual, si además se ha dado una deficiente construcción nacional, surgen nuevos nacionalismos que lo ponen en cuestión. Hay razones de peso para ello: en el mundo actual, aunque la producción está globalizada, los mercados de trabajo son locales ( "es más fácil que atraviese una frontera una coca cola que un trabajador"), los gobiernos nacionales no siempre tienen suficiente poder para actuar sobre los procesos funcionales que conforman sus economías y sus sociedades, lo que lleva a pensar a las elites de algunos territorios, que soltando el lastre de las áreas más pobres, siendo naciones independientes, serán más capaces de sobrevivir y preservar su cultura, además tener mayores opciones para crear las infraestructuras necesarias para competir en el mundo de la postmodernidad. También preservar, de forma inmediata, los puestos de trabajo más golosos, los que genera el nuevo Estado- nación, para los miembros de la nueva comunidad nacional creada o por crear.
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